LIBRE TE QUIERO

Las madres,observadoras directas, no necesitan que en la escuela les enseñen las fases por las que pasa un niño.
Después del primer placer, ligado con la alimentación -la succión- acompañado de los latidos del corazón de quien los ha portado tantos meses y a su ritmo calmante de protección y con su calor, pasan a la fase fecal.
La expulsión de sus heces le parece excitante. Cuando aprenden a hablar, la escatología les da otro tipo de placer, y se rien al pronunciar las palabras que les redimen de la suciedad que expulsan. La gente fijada en esa fase no lo puede evitar y aunque parece que crecen en tamaño, su madurez cerebral sigue anclada y ya creciditos verbalizan (y si sólo fuera eso) constantemente la emisión de sus desechos.
Pretender dialogar con quien no escucha es materialmente imposible. Nosotras ya lo hicimos.
Darnos lecciones a quienes estuvimos obligadas sin nuestro permiso sobre lo que es la intolerancia y tenemos un doctorado cum laude, es tan esteril como pedir al sol que sea la luna.
Sólo exigimos ser libres y que nadie nos diga lo que tenemos que leer, lo que tenemos que pensar, lo que tenemos que hacer. Sabemos hacerlo y mientras lo hacemos podemos mentalmente pensar en las tareas pendientes y maravillosamente hechas todas, las nuestras, pero sobre todo antes que nada las de nuestros hijos.
¿Por qué les molestará tanto que podamos elegir entre nuestros filósofos a los epicúreos?
Es tan sencillo como que les molestamos a un grupúsculo pequeño de hombrecillos que existamos y aún más que podamos hablar.
RENUNCIAMOS HACE TIEMPO A LLEVAR EL BOZAL.