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ASÍ SON Y PIENSAN LOS LEGIONARIOS DE CRISTO

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Mensaje  Admin Sáb 27 Mar 2010 - 22:16

Un movimiento ultraconservador ha ganado terreno entre las elites sociales y eclesiales en los últimos años. En silencio han ido al asalto de las clases altas y le disputan la clientela al mismísimo y triunfante Opus Dei del canonizado Escrivá de Balaguer. Apellidos como Oriol o Koplowitz se mueven en su órbita. Son ricos y poderosos. En México les llaman los millonarios de Cristo.

Son los Legionarios de Cristo del mexicano Marcial Maciel, una misteriosa congregación con más de 400.000 fieles y simpatizantes por todo el mundo, cuyo objetivo es "captar a los líderes del mundo para Cristo". Es la nueva y misteriosa galaxia eclesial cuyas interioridades desentraña José Martínez de Velasco, corresponsal religioso de la agencia Efe, en su libro 'Los Legionarios de Cristo' (publicado por La Esfera de los Libros). Para descubrirnos sus orígenes, sus métodos, su poder, su influencia en Roma y España o la azarosa vida de su polémico fundador, acusado de consumo de drogas y abuso de menores.

Era el 12 de junio de 1946. Sentado en su sede, mayestático como siempre, Pío XII tronó: «Líderes, padre Maciel. Tenemos que formar y ganar para Cristo a los líderes de América Latina y del mundo. Deben ser ustedes 'sicut acies ordinata', un ejército en orden de batalla». Arrodillado a los pies del Papa, el joven sacerdote mexicano asentía con la cabeza sin atreverse a levantar la vista hacia el Vicario de Cristo, que parecía hablar en nombre del mismísimo Dios. Arrastrándose de rodillas, se acercó al Papa y besó humildemente el anillo del pescador.
A sus órdenes

Al cruzar el umbral de la sala de audiencias sonrió con alivio. El Papa había bendecido su obra, había ratificado su carisma y le había regalado el nombre: 'Sicut acies ordinata', como una legión siempre dispuesta a ir allí donde Su Santidad la necesitase. Así nacieron los Legionarios de Cristo que, sin hacer el cuarto voto de obediencia al Papa como los jesuitas, iban a estar siempre a sus órdenes. Para todo.

A Marcial Maciel la disciplina le viene de familia. Descendiente de generales cristeros y con varios tíos obispos, funda a los 20 años, junto a otros 13 adolescentes, la actual Legión de Cristo, cuanto aún no es sacerdote. En principio sólo para religiosos. A partir de 1949 la abre a los laicos con un brazo secular: 'Regnum Christi', cuyos miembros se dividen en consagrados (viven en castidad en pequeñas comunidades) y no consagrados (solteros o casados, que realizan su actividad profesional normal, colaboran con el movimiento y financian sus obras).

Todos reciben una exquisita formación y un estricto sentido de la disciplina. Todos prometen no criticar jamás a sus superiores. Una pirámide perfecta, en cuya cúspide está el fundador, al que llaman Nuestro Padre. Disentir contra el movimiento es pecado. Unidad es el bien supremo de una legión al servicio de Cristo. El fundador representa la autoridad de Cristo-cabeza y es objeto de obediencia ciega.

Con esta metodología, en menos de 50 años, La Legión de Cristo consigue establecerse en 48 países y contar con una importantísima red mundial de centros e instituciones educativas, así como una larga lista de fundaciones, organismos, asociaciones, publicaciones, editoriales, agencias de publicidad, revistas, aulas de fe y teología y hasta agencias de viajes. Y todo ello en medio de gran discreción. "Avanzar sin que se note" es su lema.
Enemigo, la televisión

¿Objetivo? Derrotar a los enemigos de la cultura cristiana que, según Maciel, son "la televisión, los medios de comunicación, la cobardía, los complejos y la permisividad". Un movimiento basado, según el teólogo Antonio Duato, en "la pegajosa beatería, en el reclutamiento de adolescentes, en el culto al superior y la obediencia ciega".

En los pontificados de Juan XXIII y Pablo VI apenas se hicieron notar: estaban naciendo y preparándose para ofrecer a Juan Pablo II toda su fuerza y su poder. A los pocos años de llegar al solio pontificio, Karol Wojtyla diseñó una estrategia eclesial de reconquista y recristianización de la secularizada sociedad occidental. Era la "Nueva Evangelización", nueva en "sus métodos" y en sus abanderados.

En la vanguardia de esta operación eclesial ya no están los jesuitas, los franciscanos o los dominicos. El Papa Juan Pablo II puso su proyecto en manos de «los nuevos movimientos», todos ellos laicales y sumidos en el celo apostólico de su reciente creación. El diseño es sencillo: Opus Dei, Legionarios de Cristo y Comunión y Liberación se van a dedicar a las elites; los neocatecumenales y focolares a las clases medias y los carismáticos, a las clases más populares. Veinte años después, la estrategia no parece haber logrado su objetivo de recristianizar el mundo, pero ha consolidado a todos estos movimientos ultraconservadores.

Fuente: El Mundo
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