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Comité Organizador II Congreso Internacional, III Nacional, IV Regional Violencia, Maltrato y Abuso

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Mensaje  luna Jue 13 Ago 2009 - 16:50

Existen una serie de mitos o prejuicios que tratan de justificar lo injustificable y minimizar la aparición de los casos de Abuso Sexual Infantil (ASI), que es la idea de la falsa denuncia, que generalmente se aplican a los abusos intrafamiliares, generalmente en los casos de incesto y casi siempre es la madre la generadora de dicha falsa denuncia.
Estos mitos o prejuicios dirigen de alguna manera el actuar y provocan graves secuelas en el trabajo con las victimas de ASI. Por ejemplo: la cifra que da cuenta de la cantidad de alegaciones falsas es solamente del 8%. Como se ve este es un porcentaje bastante reducido, sin embargo este hecho ha dañado la credibilidad de la víctima en los casos de abuso sexual infantil, calando entre los profesionales del ámbito judicial. Es cierto que la mayoría de las denuncias falsas se dan en aquellos casos de separación en los que hay problemas de custodia, de regímenes de visita, etc. Pero esto no debería generalizarse interpretando que todos los abusos sexuales que se denuncien en los que las parejas estén separadas sean falsos.

Los profesionales olvidan a menudo, además, que son muchos más los falsos negativos (retractaciones falsas, por ejemplo) que los falsos positivos. Son muchos más los casos en los que tuvo lugar el abuso y en los que los/as niños/as acaban retractándose de su historia por presiones y en los que la denuncia es sobreseída por falta de pruebas. Y, en cualquier caso, se debe recordar que ese/a niño/a, aunque la denuncia sea falsa, está siendo sometido/a a un maltrato evidente ante el que las instituciones están obligadas a actuar.

Las creencias erróneas están relacionadas con la falta de formación e información científica y adecuada. Cuando el/la niño/a se retracta, se tiende a creer con mayor facilidad la retractación que la versión primera. Para los profesionales y la sociedad es mucho más fácil de creer la retractación y la absolución del agresor que la responsabilidad de éste en el hecho. No se pone tanto énfasis en comprobar y validar los motivos que han podido llevar al niño o niña a retractarse como el que se pone en comprobar la veracidad y fiabilidad de su relato.

Los profesionales que se dedican al abordaje del abuso sexual infantil, deben estar muy atentos al contramovimiento que avanza fuertemente, que todos conocemos como backlash. En las últimas cuatro décadas se ha dado un creciente proceso en donde los avances en relación a la prevención y detención del ASI crecieron velozmente. Aparecieron los primeros datos y estadísticas que echaron luz sobre el tema y permitieron un trabajo más eficaz de los profesionales en el área, a saber:

- Que el seno del hogar es el lugar más peligroso en cuanto a la posibilidad de victimizar a un/a niño/a.

- Que casi en todos los casos el agresor es el padre, padrastro, tío, abuelo o algún personaje cercano a la familia, en la mayoría de los casos conocidos y una figura masculina.

El aumento de los conocimientos sobre estos temas permitió progresar en cuanto a denuncias, apelación a la justicia, aparición en los medios de comunicación, creación de servicios especializados y aparición de muchos más casos en las instituciones del estado, encargadas muchas veces de armar estadísticas.

Un grave problema empezó a aparecer a la hora de penalizar en la justicia estos hechos, jueces, defensores, equipos técnicos eran acusados de destruir la idea sagrada de la “familia”, ya que la denuncia por abuso sexual intra familiar terminaba en el alejamiento del niño de la persona que había cometido el hecho, que es la medida a tomar adecuada e ineludible.

Por esto muchas veces se prestaba más atención a mantener la “unión familiar” que a defender la integridad física y/o mental de las víctimas. Estas situaciones fueron ya atravesadas por países más avanzados en el tema como EEUU, Canadá, Inglaterra, etc. Se hizo necesaria que la justicia recurriera a peritos que “avalaran los hechos” y aportaran pruebas sobre lo que había pasado. Así, aparecieron servicios especializados y profesionales que intentaron dar respuesta a este problema tan complejo y a una creciente cantidad de casos.

Seguido a esto inicio una etapa, que fue una respuesta agresiva y enérgica de sectores que supuestamente defendían los valores patriarcales y tradicionales. Se trata de llevar una discusión de carácter teórico a la fundamentación de las falsas denuncias. En la mayoría de los casos aparecieron largas fundamentaciones acerca de la razón por la cual la disputa entre los padres, lleva generalmente a la madre a levantar un falso testimonio con referencia al abuso de su hijo/a.

Al respecto de esto uno de los autores que hace una teorización al respecto es Richard Gardner uno de los críticos más acérrimos del sistema de protección de la infancia en los Estados Unidos. Es absolutamente sabido que sus escritos carecen de balance y de objetividad, siendo por ello cuestionados por gran parte de la comunidad científica.

Gardner describió en 1987 lo que llamó el "síndrome de alienación parental”, diciendo que ocurre en casos donde se disputa la tenencia de los niños en juzgados de familia.: “Una consecuencia de esta batalla fue el desarrollo en el niño de lo que yo refiero como el síndrome de alienación parental. Típicamente, el niño difama viciosamente uno de los padres e idealiza al otro. Esto no está causado solamente por el lavado de cerebro parental del niño. Más bien los niños mismos contribuyen con sus propios escenarios a sostener al padre favorecido. Mi experiencia ha sido que en alrededor del 80 a 90% de los casos, la madre es el progenitor favorecido y el padre el vilipendiado”.

Es importante señalar, que el “síndrome de alienación parental” no ha sido sujeto de estudios empíricos ni ha sido publicado en revistas científicas o médicas para la revisión de los colegas. El síndrome es poco más que las opiniones de Richard Gardner, basados en su “experiencia clínica”.

Podemos consultar sus dichos textuales que nos llevan sin duda a considerar que hace una apología de la pedofilia, de las relaciones sexuales con niños/as, justificándolas como naturales. Partiendo de esto cualquier opinión suya no puede ni siquiera ser tenida en cuenta.

Aquí hay que detenerse en un punto crucial, mientras las denuncias eran provenientes de clases obreras o humildes, de barrios marginales las denuncias crecieron rápidamente, pero luego de un tiempo aparecieron también denuncias de otros sectores sociales.
Entonces empezaron a aparecer artículos, publicaciones, organizaciones de padres de familia acusaciones y juicios a profesionales que intervienen en el área. La razón era clara: Una campaña tendiente a volver “sospechosa la palabra del niño/a victimizado/a y de todos aquellos adultos que se manifiestan a favor de la existencia del ASI. De esta manera se logra un debilitamiento evidente de los actores que intervienen en estos casos.
Los/as niños/as son revictimizados con múltiples pericias en diferentes organismos, los adultos cuidadores son obligados a contratar abogados y acudir a organizaciones para defenderse de estas sospechas.

Los profesionales en vez de seguir en la búsqueda de herramientas teóricas y prácticas para ayudar a las victimas deben prepararse para defender sus pericias o para argumentar a favor de lo argumentado.
Este creciente backlash que estamos padeciendo es llevado muchas veces al extremo de realizar denuncias de mala praxis hacia los profesionales intervinientes e incluso denuncias penales, como ha ocurrido en el sonado Caso Melo Pacheco en Mar del Plata en el que se procesa a los peritos psicólogos del tribunal por su intervención con los niños víctimas.

Queda mucho camino por recorrer, tenemos que estar prevenidos, no permitir que falsas teorizaciones nos nublen la vista a la hora de detectar un abuso infantil, debemos actualizar nuestros conocimientos constantemente, debemos prepararnos como profesionales para atrevernos a intervenir en estas problemáticas, porque sino, lamentablemente, será nuevamente el/la niño/a quien pagará el alto precio de nuestros errores.

Lic. María Beatriz Müller
Presidenta SALUD ACTIVA

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